viernes, 2 de marzo de 2012

Nosotros mismos debemos ser el cambio que deseamos ver en el mundo

-¿Sabes?, aunque esté bien que compartamos nuestras penas, lo encuentro cuando menos deprimente. Yo necesito creer en lo que hago. Para levantarme por la mañana, debo tener la sensación de que mi trabajo sirve para algo, aunque no esté directamente relacionado con una noble causa. Al menos quiero poder sentir la satisfacción del trabajo bien hecho. Pero si hay que hacer lo que sea, a toda velocidad, con el único de enriquecer accionistas que ni siquiera se interesan por la empresa, entonces ya no tiene sentido.
- Eres un idealista, Alan.
- Sí, sin duda.
- Es bonito pero te equivocaste de época. Vivimos rodeados de cínicos y uno mismo debe ser un cínico para salir adelante.
- No.. no estoy de acuerdo. Mejor dicho, me niego a someterme a esa visión. De lo contrario, ya nada merecería la pena. No puedo aceptar la idea de que mi vida se resume en  trabajar con el único objetivo de pagarme la comida, un techo y algo de ocio. Estaría absolutamente vacía de sentido.
(...)
- Yo necesito un trabajo que aporte algo a los demás -proseguí- aunque no cambie el rumbo del universo. Quiero acostarme por la noche diciéndome que mi día ha sido útil, que he aportado mi granito de arena.
- Más te valdría rendirte a la evidencia ¿sabes? No puedes cambiar el mundo.
- Estoy convencido que cada uno de nosotros puede cambiar el mundo. A condición de no bajar los brazos, ni renunciar a lo que creemos justo ni dejar que pisoteen nuestros valores. De lo contrario, uno es cómplice de lo que sucede.

No Me Iré Sin Decirte Adónde Voy.  

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